En noviembre de 2019 teníamos 3 días libres en el trabajo, así que pensamos ¿qué podemos hacer mejor que irnos de viaje? Como no encontramos nada mejor que hacer (porque sinceramente, no lo hay) decidimos hacer una escapadita por Europa, y mirando diferentes opciones de vuelos lo vimos claro: Copenhague.
Es una ciudad que teníamos muchas ganas de visitar, siempre nos había llamado la atención, pero nunca nos habíamos decidido a ir, así que esta era una oportunidad de oro. ¡Y nos fuimos!
Llegamos al aeropuerto de Copenhague sobre las 18:00h y fuimos al centro de la ciudad en tren. En breve elaboraremos un post para contaros las diferentes opciones que tenéis para hacer este trayecto, pero nosotros elegimos el tren porque nos parecía la manera más práctica para llegar al centro. Nos bajamos en Københavns Hovedbanegård, la estación central, y nos dirigimos a nuestro hotel.
En este viaje buscamos un hotel que estuviese bien situado, ya que en este tipo de viajes solemos ir caminando a todos lados y una buena ubicación te puede ahorrar mucho tiempo y dinero. Elegimos el Wakeup Copenhagen, súper cerca de la estación de trenes y por lo tanto de la plaza del ayuntamiento y del Tívoli.
Precisamente decidimos aprovechar lo que nos quedaba de día en el parque de atracciones Tívoli, uno de los más antiguos de Europa.
Suele cerrar a las 23:00h o 00:00h, dependiendo del día de la semana, así que estuvimos unas cuantas horas disfrutándolo.
El parque es de un estilo más clásico que el Prater de Viena, lo que no implica que dentro tenga todo tipo de atracciones. Entrar nos costó 130 coronas danesas por persona, que cuando fuimos eran unos 17€ y dentro tendréis que pagar por montar en algunas atracciones y por otras actividades. Hay muchas tiendas, restaurantes y diferentes opciones de ocio para disfrutar, así que no hay excusa para no ir.
Amanecimos y nos quedaban 2 días y medio por delante que decidimos repartir de la siguiente manera: dedicamos un día a simplemente pasear por el centro de la ciudad y conocer sus principales puntos. El segundo día lo dedicamos a conocer Christianshavn y entrar en algunos lugares en el centro de la ciudad que llevábamos preparados. La mañana del último día nos sirvió también para entrar en algunos de los lugares que nos faltaban. Vamos por partes.
Dada la situación de nuestro hotel, recorrimos la calle que salía de él hacia la plaza del ayuntamiento. Era la primera vez que veíamos la plaza, y aunque no es la plaza más bonita de Europa, es verdad que los edificios que la rodean son muy bonitos y de una mezcla entre un estilo nórdico y unas torres que recuerdan a Italia. Desde ahí nos adentramos por la calle Strøget, la calle peatonal más grande de Europa y donde encontraréis multitud de tiendas incluyendo la famosa tienda de Lego que visitaríamos a última hora, y un montón de tiendas de souvenirs.
Seguimos caminando y llegamos a la Højbro Plads, famosa por su estatua del Obispo Absalon a caballo, unos de los libertadores de la ciudad. Desde ahí vimos por primera vez el Palacio de Christiansborg, actual parlamento danés y cuya torre visitamos la mañana del último día.
Después os ampliamos esta información. Siguiendo hasta el final de Stroget llegamos a Kongens Nytorv, una plaza enorme en la que podéis encontrar el Teatro Real, algunos de los hoteles más caros de Dinamarca y lo que más nos interesaba: el inicio de Nyhavn, el pintoresco puerto con sus casas de colores. Lo cierto es que la fama es justificada, el puerto es súper bonito y un lugar top para haceros unas cuantas fotos.
Nosotros recorrimos uno de los lados del puerto, cruzamos un puente lleno de candados y recorrimos el otro lado, nos pareció un lugar precioso. En el puerto encontrareis dos empresas que os ofrecen recorrer los canales de Copenhague, pero la verdad es que nosotros no lo hicimos.
Desde ahí fuimos a Amaliehaven, los jardines del Palacio de Amalienborg y desde donde vimos el polémico edificio de la Ópera de Copenhague y después nos adentramos en el Palacio. En realidad, son 4 palacios situados en torno a una plaza redonda y es la residencia de invierno de la casa real danesa: uno de ellos para la reina, otro para el actual heredero al trono y familia, otro para visitas oficiales y otro que es un museo.
Nos pareció preciosa la vista desde la plaza a la iglesia de mármol, nuestra siguiente parada. La idea inicial es que la iglesia fuera construida de mármol, de ahí el nombre, y tiene la cúpula más grande de todos los países nórdicos. Lo cierto es que es preciosa tanto por fuera como por dentro; lo podéis comprobar ya que entrar es gratis.
Después de comer seguimos hacia el norte y dimos un paseito relajante por Kastellet, una fortificación muy bien conservada que actualmente es un parque público. Dentro encontrareis diferentes lugares, como una iglesia o un precioso molino; vale la pena perderse un rato.
Lo cierto es que la sirenita queda alejada del resto de atracciones de la ciudad, en un entorno no demasiado bonito, y una vez allí la estatua es más pequeña de lo que te esperas...pero ¡a ver quién se resiste a no visitarla! Allí mismo alquilamos una bicicleta para seguir recorriendo la ciudad aprovechándonos de la enorme cantidad de bicicletas que hay, y de la perfecta preparación de la ciudad para que éstas circulen. Hay carriles bici en toda la ciudad y muchos parkings donde encontrareis con mayor probabilidad bicicletas para alquilar bien a través de apps o en las empresas de alquiler que encontrareis.
Eran sobre las 17:00 y ya hacia un rato que había anochecido, y en nuestra bicicleta fuimos hasta el palacio de Rosenborg que pudimos apreciar por fuera con sus majestuosos jardines. Aparcamos allí la bicicleta y volvimos andando sin prisa, disfrutando de la ciudad, parándonos en las diferentes tiendas que nos íbamos encontrando y callejeando todo lo que pudimos.
En la calle Stroget entramos en la tienda de Lego que habíamos visto a la mañana y la verdad es que vale la pena entrar a mirarla ya que dentro encontrareis de todo y evidentemente todo construido con Lego. La ruta por hoy había acabado. Dedicamos el resto de la noche (aunque eran sobre las 18:30) a disfrutar de la ciudad, cenar con calma y dejarnos llevar por el ambiente de la ciudad.
Amanece un nuevo día, y después de la caminata del día anterior preferimos tomarnos todo con más calma. Lo primero que hicimos fue entrar a ver el Ayuntamiento y nos sorprendió su enorme estancia central. Además, allí podéis ver el famoso reloj astronómico (vale, no es tan famoso como el de Praga).
La verdad es que lo pasamos bien porque es un museo muy interactivo; sí que es verdad que durante el primer tramo del recorrido solo hay carteles, fotos, vídeos y objetos que indican los diferentes récords, pero después el museo cambia totalmente y te propone batir diferentes récords allí mismo. ¡Muy entretenido! La verdad que lo pasamos muy bien pero no batimos ningún récord. Eso sí, avisaros que todas las explicaciones del museo son exclusivamente en inglés.
Comimos por la zona un poquito antes de lo normal porque queríamos aprovechar la tarde conociendo el barrio de Christianshavn, una isla artificial construida por Christian IV para defender la ciudad del ataque de los suecos. Allí nos acercamos primero a ver la Christian Kirke, una iglesia protestante muy bonita por fuera y que por dentro se utiliza para acoger además del culto, diferentes eventos. Esto es muy común en estas zonas, puesto que los estados no suelen financiar a las religiones por lo que estas buscan diferentes vías para conseguir beneficios.
Después fuimos a ver la Iglesia de San Salvador. No recordamos haber visto un campanario más bonito en una iglesia que este en ningún otro lugar. Desde lo alto de este campanario hay una de las mejores vistas de Copenhague y, además, el tramo final de la subida se hace por la parte externa de la torre, de ahí que cuando hay mal tiempo no se pueda subir. ¡Una experiencia increíble!
Al acabar la guerra contra los suecos, la base militar de Christianshavn quedó abandonada y los mendigos encontraron un lugar donde poder resguardarse del frío y la lluvia. En los años 60, llegaron los hippies a este sitio y se instalaron.
Crearon sus propias normas tanto sociales como económicas, de hecho, compraron a la ciudad de Copenhague los terrenos sobre los que se asientan, pero dentro de los terrenos no existe la propiedad privada. La compra de los terrenos implicó que necesitasen obtener dinero, de ahí la existencia de negocios dentro de la ciudad libre. Prepararemos un post para hablar más en profundidad de este lugar tan único en el mundo, pero para que vayáis abriendo boca, aquí os van un par de curiosidades:
- Las edificaciones son un auténtico caos, pintadas con grafitis, raras, torcidas (también hay casas normales) llenas de colores.
- Hay una calle de unos 50 metros donde los puestos callejeros venden hachís y marihuana como si se tratase de collares y pulseras. Al peso, a la vista de todo el mundo, como si nada. Que conste que en Cristiania, como en el resto de Copenhague, esto es ilegal, pero digamos que allí está socialmente aceptado. En las normas de Cristiania solo se prohíben explícitamente las drogas duras.
- El restaurante más caro de Copenhague, con cocina de autor, con un chef de prestigio diferente cada semana, está en Cristiania.
Como nos aficionamos a las bicicletas, cogimos unas en Cristiania para acabar de recorrerla y volver al centro para dedicar lo que nos quedaba de día a pasear sin rumbo.
Llega el último día y ¡nos teníamos que volver a casa! Pero calma, antes de ir hacia el aeropuerto aun nos daba tiempo a visitar dos torres. Primero fuimos de nuevo a Christianborg, el parlamento danés del que os hablábamos al principio para subir a su torre. Se sube de manera gratuita y en ascensor, pasando previamente un control de seguridad. Junto con la Iglesia de San Salvador, una de las mejores vistas de la ciudad.
Dejamos para el final de nuestro viaje visitar la Torre Redonda, construida como observatorio astronómico (aún se puede ver el enorme telescopio) y famosa por subir a través de una rampa eterna. Por el camino tenéis un par de exposiciones interesantes, una de ellas era sobre la luna y la verdad que nos gustó mucho. Hay baños también dentro de la torre, incluso una tienda de souvenirs donde además podéis tomaros un cafecito. Desde lo alto también tendréis buenas vistas de la ciudad.
Bajamos, comimos algo rápido y vuelta al aeropuerto. Después de tres días maravillosos en la ciudad volvimos a casa con la sensación de que esa ciudad que teníamos tantas ganas de ir había sobrepasado todas nuestras expectativas. Una escapada perfecta que os recomendamos al 100%.
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