Hay lugares que tienen un olor especial.
Hay lugares que tienen un color especial.
Hay lugares como Toulouse.
Una ciudad que huele a crepes y a croissants recién horneados.
La conocida como “ciudad rosa” es un lugar lleno de encanto gracias a callejuelas llenas de historia, que regalan rincones que te hacen viajar al pasado de manera inmediata.
El río Garona cruza barrios con mucho estilo bohemio donde hay mercados que ofrecen quesos y frutas; y numerosos productos de la zona.
Y es que los mercados de cada barrio son la pieza principal para que sus vecinos se muevan en sus días cotidianos, pero llenos de esa pasión que derrochan los franceses.
Toulouse es una ciudad de gran peso en Francia y en Europa. Su historia de siglos pasados ha forjado una población que se mueve por callejuelas que esconden rincones llenos de secretos y leyendas.
Calles donde toros les dieron fama mundial y llegan a lugares únicos en Europa como la Basílica Saint Sernin. Esta basílica románica es la más grande de Europa y en su interior se puede ver como el paso del tiempo no ha transcurrido entre sus piedras. Unas piedras que guardan entre penumbra anécdotas de siglos pasados que solo son iluminadas a través de unas velas y bombillas tenues.
Esa iluminación tenue es el contrapunto de luz interior que tiene su maravilloso Ayuntamiento. Un lugar al que recomendamos entrar (es de acceso gratuito) para poder ver sus impresionantes salas y sus frescos que recogen pasajes de la vida de la villa.
Se encuentra en la preciosa Place Du Capitol que es el corazón de la ciudad y donde tanto sus habitantes como los vecinos, se reúnen para pasar algún rato del día.
En sus soportales donde uno puede encontrar en los techos frescos de gran belleza, hay numerosos cafés y restaurantes que hipnotizan a todo el mundo que los visita. Tiendas con estilo clásico, joyerías, pastelerías y hoteles que guardan secretos en su interior gracias a escritores como Antoine de Saint-Exupéry; hacen que esta plaza enamore nada más visitarla.
Y es que esta ciudad atrae por su mensaje de “color rosa”; aunque en realidad es más bien naranja. El motivo por el que recibe este pseudónimo es porque en la época en la que se decidió construir la ciudad de Toulouse estaban de moda las ciudades de piedra. Lo más cercano para conseguir piedra eran los Pirineos; pero las distancias eran muy largas para trasladar este tipo de material. Así que decidieron construir los edificios con ladrillo simulando que eran piedras, por lo que le dio un toque especial y su famoso sobrenombre.
Pero Toulouse no es solo famoso por su color. También lo es por el pastel. Y no nos referimos al dulce; sino al color. El rey se aficionó a vestir con trajes de color azul pastel, que se obtiene de una planta al desteñir su color en agua. En la zona de Toulouse hay una climatología perfecta para cultivar esa planta, y por ese motivo muchos comerciantes decidieron cultivarla para poder ofrecer ropa de ese color tanto al rey, como a todos los nobles que querían seguir el gusto del monarca. Esto hizo que la ciudad fuera una de las más importantes y ricas del país.
Porque callejear por esta ciudad es pasear por los siglos pasados. Sus callejuelas con cierto aire decadente y bohemio hacen que todo tenga una atmósfera especial. Fachadas antiguas, puertas con pomos oxidados, ventanas de madera decoloradas por el sol, adoquines que han soportado las pisadas del paso de los años… Sus barrios tienen una esencia única que se puede constatar gracias a sus negocios con encanto.
A sus habitantes que tienen una palabra amable para todo el mundo que pregunta. Al sonido de las bicicletas que aparecen cruzando entre calles. A sus fuentes llenas de detalles y gorriones que se remojan. A la luz que se cuela entre árboles produciendo reflejos especiales en las fachadas.
Pero también ofrece escaleras que se zambullen en el río para disfrutar del precioso Puente de Saint-Pierre y la cúpula del Hôpital de La Grave (que es una de las imágenes de la ciudad), mientras los últimos rayos del sol se reflejan en el agua. Música de acordeón o violín suena como banda sonora en ese lugar que sabe a café y helado; y hacen que el atardecer sea un momento mágico y especial imprescindible de vivir. Una imagen que uno llevará siempre de la ciudad.
Pero Toulouse además ofrece rincones sorprendentes como su precioso Jardín Japonés. Una burbuja asiática dentro del ambiente occidental clásico que llena esta ciudad. Su estilo nipón y su aire zen hacen de este lugar algo curioso y único. Uno al entrar en este jardín puede oír el silencio únicamente roto por el sonido del agua y algún pájaro. Su puente rojo nos cruza a través de bambús que hacen que uno crea que se ha teletransportado al país del Sol Naciente.
Un lugar que dentro de ser una gran ciudad; cuenta con una calma especial que hacen que uno se impregne de su magia y su ritmo; haciendo que enamore desde el minuto uno.
Una ciudad sostenida actualmente por el pilar fundamental de la aeronáutica y que ofrece museos donde ver la evolución de los aviones; y conocer los secretos de Airbus. Y es que en esta ciudad es donde está la sede la gran compañía aeronáutica europea.
Si alguna vez tienes pensado ir a descubrir Toulouse; no lo dudes. Te sorprenderá y enamorará.
Si quieres ver un poco de nuestra experiencia recorriendo esta ciudad; te dejamos el enlace de uno de los vídeos que hicimos cuando visitamos Toulouse.
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