Agosto 2015, Jaén. Calor, mucho calor, una boda y muchos amigos. Como siempre unos y otros contando batallitas de los viajes y nosotros sin saber qué hacer en nuestras próximas vacaciones. De pronto alguien nos dice, Huesca. Huesca... ¿En serio? ¿Qué hay en Huesca?
El padre de mi amiga es encargado de gran parte de la vuelta ciclista a España y nos dijo: Huesca tiene unos parajes naturales espectaculares que nada tienen que envidiar al resto de España.
Ahí quedó la cosa. Llegó abril y luego mayo del 2016 y empezamos a cuadrar las vacaciones. Casualmente, la primera semana de septiembre era el Campeonato del mundo de Downhill (ciclismo de montaña en descenso) en Andorra y decidimos volver a verlo y luego hacer una ruta libre en coche por el norte de España hasta Asturias. Y ahí fue cuando me acordé de Huesca.
Empecé a indagar en la red y la verdad es que encontré bastantes Parques Naturales dignos de visitar, pero nuestra estancia iba a ser sólo de una noche así que no podíamos extender mucho nuestro viaje por la zona.
De repente en mi búsqueda me salta un lugar llamado Congost de Montrebei, que es la separación natural entre Aragón y Cataluña y atraviesa la sierra del Montsec, creando un inmenso corte de paredes verticales, el desfiladero de Mont-rebei con unos acantilados impresionantes.
El desfiladero Mont-rebei es el único gran desfiladero de Cataluña que no ha sufrido los efectos de ninguna infraestructura de transporte, y se mantiene casi intacto, sin carretera alguna o línea eléctrica que lo atraviese. Su embalse es navegable pudiendo practicar actividades como kayak, lancha a motor, etc.
Husmeando fotos en internet, tuve claro desde el primer momento que quería ir. Tiene unas pasarelas de madera, estilo Caminito del Rey en Málaga pero el paisaje es totalmente diferente, el agua del embalse con ese color azul, la vegetación, el camino excavado en la montaña… absolutamente todo me llamó la atención. Así que me puse manos a la obra: A buscar alojamiento, desplazamientos, etc.
La Fundación de Cataluña tiene una web donde conseguí información bastante útil, pudiendo alojarte en los pueblos más cercanos, Benabarre o Puente de Montaña. Nosotros elegimos Benabarre, un pueblo con apenas 1.000 habitantes pero muy cercano al Congost.
Existe la posibilidad de alojarse dentro del mismo Congost en el Alberge de Montfalcó, pero no optamos por esta opción porque si no tendríamos que hacer la ruta ida y vuelta y se nos iba de planes para seguir la ruta hacia Pamplona.
Hotel Casa Carmen fue nuestro alojamiento. Un hotel sencillo, muy limpio con un trato excelente. Son dueños del bar del pueblo, por lo que conseguir información de primera mano, fue muy sencillo.
A las 6.30 de la mañana, tomamos un taxi 4x4 (Taxi Benabarre) con el Sr. Ramón: un estupendo guía que durante el trayecto de unos 40 minutos, nos ilustró sobre vegetación y fauna de la zona. Él nos dejaría en el albergue de Montfalcó, comienzo de la ruta y a unas 4 horas aproximadamente. Nos recogería al final, previo aviso, así no teníamos que retroceder de nuevo ya que, a pesar de que era septiembre, había ola de calor y se notaba el sofoco, sobre todo al llegar las horas del mediodía.
Comenzamos la ruta entre vegetación, senderos accesibles, bien señalizados, descendiendo poco a poco hasta llegar casi a rozar el agua del embalse. Y ahí están: las pasarelas de madera. Impresionan al verlas y más aún al subirlas, no tenemos vértigo y aún así, sentía como me temblaban las piernas a medida que ascendíamos por la pared vertical.
Las pasarelas son muy seguras, estrechas pero ancladas firmemente a la roca, te dan bastante seguridad a pesar de la altura. Sigue la ruta y más pasarelas ahora sí, las verdaderamente altas, una pared vertical de unos 20 o 30 pisos de altura, que impone bastante pero que vale la pena al llegar arriba, las vistas impresionantes.
Continuamos los senderos que descienden nuevamente hasta llegar al puente colgante, por el que cruzamos hacia el lado catalán para seguir la ruta a través de los caminos excavados en la montaña, siguiendo el curso del embalse. La duración es aproximadamente de 1 o 2 horas. Aquí empezamos a encontrar ya varias personas que iban en sentido opuesto realizando la ruta.
El camino tiene bastantes bancos de madera al filo del abismo, vale la pena sentarse un rato y contemplar las inmensas paredes verticales, el agua azul, el silencio y aprovechar para el tentempié que. a esas alturas de la ruta, ya empieza a apretar el estómago. Observar a la gente practicando kayak o ver las lanchas en el embalse...
Salimos ya de las paredes verticales continuando por prados llenos de vegetación y animales, viendo como poco a poco, va menguando el agua del embalse hasta que desaparece totalmente al llegar al Parking de la Masieta, (otro extremo de la ruta) donde nos esperaría Ramón. Dicho parking, consta de un centro de información al visitante, donde además puedes comprar algún recuerdo o bebida fresca. La atención también fue de lujo.
Nos sentamos a la sombra, contemplamos el paisaje tomando un refrigerio y esperamos a Ramón, me olvidada de comentar que en su web tiene varias rutas por la zona. Con él, compartimos un viaje de vuelta interesante, hablando de nuestra bonita experiencia y distintas opiniones para de nuevo, continuar nuestra ruta hacia el norte de España. Sin duda, volveremos con más tiempo para repetir la ruta y conocer toda Huesca.
Aquí os dejo unos enlaces útiles para preparar vuestra ruta:
INSTAGRAM: @montsehgz