Imaginaos que os encontráis en la otra punta del mundo, Nueva Zelanda, y que, entre prados verdes, fiordos y lagos de aguas turquesas os dicen que allí podréis encontrar el columpio más grande del mundo... ¿Vuestro niño interior sería capaz de no ir a ver de qué se trata? ¡Nosotros tuvimos que probarlo!
Os ponemos en situación: En la isla sur de Nueva Zelanda existe una ciudad llamada Queenstown, también conocida como la capital mundial de los deportes extremos, la cual te atraerá como un imán gigante si, como a nosotros, te gusta la aventura. Allí podrás disfrutar de muchos deportes: rafting, barranquismo, parapente, paracaidismo, puenting...
Aunque es cierto que el puenting no se inventó en Nueva Zelanda, hay que decir que, hace ya bastantes años, por la década de los 80, un pionero un tanto alocado llamado AJ Hackett, decidió ser el primero en comercializar este tipo de saltos, eso sí, después de colarse en la Torre Eiffel y tirarse con sus cuerdas último modelo, para demostrarle al mundo que lo que él iba a vender era del todo seguro.
La empresa de Hackett, con más de 30 años de historia y con afán de hacer subir, cada vez más, el nivel de adrenalina de los más atrevidos, ha ido ampliando su oferta para ofrecer algo más que puenting. Una de esas nuevas actividades es la que a nosotros nos llamó realmente la atención: ¡Tirarnos des del columpio más grande del mundo, el Nevis Swing!
Quizás dicho así, no suena a actividad muy extrema pero... ¿y si os decimos que ese columpio tiene un recorrido de péndulo de 300 metros y una caída libre de 70? La cosa cambia, ¿verdad?
Para realizar la actividad, debes de estar en la sede del local (en el centro de la ciudad) treinta minutos antes de la hora concretada. Cuando llegas allí, te pesan en unas básculas para asegurarse de que no excedas los límites (tienes que pesar más de 35 y menos de 220kg). La seguridad es lo primero.
A continuación subes a un autobús todoterreno que te lleva hasta el lugar exacto en el que se encuentra el columpio. Al llegar a ese punto, dejas tus pertenencias en unas taquillas. Para que no olvides que debes dejar tu cámara de fotos y tu móvil en la taquilla, en la pared están colgados algunos restos de teléfonos destrozados, propiedad de personas que, despistadas, decidieron lanzarse al vacío olvidando que tenían su móvil en el bolsillo.
Nos colocan los arneses y... cómo dos flanes llenos de emoción, atravesamos una pasarela metálica que, suspendida en el aire, nos lleva a la plataforma del columpio.
La chica que nos asegura los mosquetones nos pregunta: ¿Cómo os queréis tirar? ¿Cómo en un columpio normal mirando hacia delante, de espaldas, boca abajo...? Ricard y yo nos miramos y, con el pulso a mil, no nos lo pensamos dos veces: ¡de espaldas y boca abajo!
Una vez decidido, te colocas en posición, escuchas la cuenta atrás... tres, dos, uno... ¡y a disfrutar!
La caída libre es rápida pero impresiona, y más aún cuando ves el mundo del revés. A continuación el columpio se balancea dejando un paisaje impresionante ante ti. La adrenalina corre por tus venas y una sonrisa de oreja a oreja te hace saber que no podías irte de este lugar sin probar una experiencia como esta.
Conclusión: en esta vida hay que vivir más y temer menos. Nosotros, os lo recomendamos 100%. Si queréis ver cómo vivimos esta experiencia, ¡no os perdáis nuestro video!
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